Ensayista, narrador, cronista, poeta, purista
del lenguaje, gramatologo y critico literario ..

viernes, 14 de agosto de 2009

El Partido Conservador

La fuerza que no decide
En 1946, la postulación de dos candidatos liberales a la presidencia de la república, Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, facilitó el triunfo del aspirante conservador Mariano Ospina Pérez, cuya campaña electoral escasamente alcanzó un mes y había surgido en los últimos días, proclamada por el doctor Laureano Gómez, a raíz de la división irreconciliable de los candidatos del Partido Liberal. En 1982, se repite el mismo fenómeno: la división del liberalismo entre Alfonso López Michelsen y Luis Carlos Galán deja el camino expedito para que el conservador Belisario Betancur llegue a la jefatura del Estado sin mayores contratiempos. Está claro que en este triunfo influyeron grandemente las propuestas estelares de su campaña proselitista: “universidad a distancia” y “casas sin cuota inicial
Estos dos hechos históricos guardan estrecha relación con el episodio ocurrido en 1930: la división del Partido Conservador, ocasionada por los dos aspirantes Alfredo Vásquez Cobo y el poeta Guillermo Valencia, promueve la candidatura y el triunfo del liberal Enrique Olaya Herrera. No obstante, el caso más llamativo, relaciónándolo con estos hechos, lo pudimos apreciar en el 2002, cuando el liberalismo nuevamente llega dividido a las elecciones con las candidaturas de Horacio Serpa Uribe y Álvaro Uribe Vélez. El Partido Conservador fue incapaz de aprovechar el divisionismo liberal para lanzar un candidato propio, y terminó apoyando al aspirante antioqueño. Carlos Holguín Sardi, entonces director de esa bancada, se contentó afirmando que “apoyaban a Uribe Vélez porque era el aspirante que mejor encarnaba la ideología y los principios democráticos del Partido Conservador”
Esto quiere decir que los dirigentes conservadores sabían de sobra que desde hace mucho tiempo vienen en desventaja popular y que ya no cuentan con el electorado suficiente para conquistar la presidencia de la república. De donde se deduce que el conservatismo en estos momentos es “una fuerza que no decide”, y que los miembros que hoy lo conforman son los escasos descendientes de aquellos “godos de arraigo” que hace más de medio siglo se regodeaban diciendo que pertenecían al Partido Conservador. Y esto lo pudimos apreciar en 1990, cuando Rodrigo Lloreda Caicedo, el candidato oficial de esa colectividad, fue duplicado en votos por el doctor Álvaro Gómez Hurtado, quien había liderado una campaña electoral de escasos dos meses al frente de su recién fundado “Movimiento de Salvación Nacional”.
Y si nos detenemos a revisar el triunfo de Andrés Pastrana, también sabemos de sobra que un alto porcentaje de sus electores, antes de votar por él, lo hicieron contra el “narcoescándalo” que originó el proceso 8000 y que estaba representado por Horacio Serpa Uribe, el fiel escudero, en ese entonces, de Ernesto Samper Pizano. Como estaba el país en aquel momento, cualquier otro candidato que se hubiera enfrentado a Serpa, habría estado en condiciones de derrotarlo con facilidad. Y, lógicamente, para asegurar el triunfo, Pastrana canalizó el rechazo del sentimiento nacional y, como estrategia maestra, se interno en las selvas de Caguán para entrevistarse con Marulanda y demostrarles a los colombianos que se columbraban buenos vientos en el proceso de paz. Del repentino encuentro quedó como testimonio la foto que le dio la vuelta al mundo, donde aparecen el líder guerrillero y el aspirante conservador vistiendo un suéter amarillo.
“El Partido Conservador no existe” manifestó en diversas oportunidades el doctor Alvaro Gómez Hurtado. Él, mejor que nadie, sabía la crisis política e ideológica que venía atravesando esta colectividad, la misma que a comienzos del siglo pasado era la fuerza mayoritaria en Colombia. Y fue certera esta afirmación, porque actualmente es poco lo que queda y está en condiciones de decidir este partido. Y con toda seguridad, cuando se definan los aspirantes definitivos a la presidencia, el Partido Conservador terminará apoyando, naturalmente, al candidato uribista. Entonces quedará convertido en “el bobo del pueblo”, así como lo calificó el doctor Laureano Gómez en un editorial de El Siglo en l946.

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