“La maldición del cabaret”
Por Eddie José Daniels García
No tengo dudas al
afirmar que “La maldición del cabaret”, la última novela del joven escritor sucreño Amaury Pérez Banquet, es un verdadero
acontecimiento literario que se convertirá, con el paso del tiempo, en un punto
de referencia para ubicar a la nueva generación de novelistas que se abren camino en la literatura colombiana a
comienzos del siglo XXI. Porque, como sabemos de sobra, es la historia literaria
y en este sentido, más concretamente, la crítica narrativa, la misión encargada
de estudiar, clasificar y precisar cronológicamente, sin excepción, todas las
producciones artísticas que se publican en los contextos regional y nacional,
para, de esta manera, darle definición a
los períodos, movimientos o generaciones de escritores que, en el desarrollo del tiempo, ennoblecen y llenan de prestigio las páginas
del Parnaso Colombiano.
Después de haberme
deleitado durante varias semanas leyendo y releyendo está magnífica novela, que
cada vez se tornaba más interesante por
la intimidad de los episodios narrados, por la transversalidad temporal con que se enlazan sus
capítulos, por la claridad semántica del lenguaje, por los saltos
vivenciales de las acciones temáticas, por las numerosas coincidencias que se
suceden en la trama narrativa y, sobre todo, por la atracción de la prosa que
ameniza sus ciento cincuenta páginas, puedo afirmar que esta novela es una verdadera
obra de arte, una estupenda creación
literaria, en la cual percibimos que la
clara inteligencia de Amaury Pérez
Banquet se conjuga con su
profunda imaginación creadora y con el singular talento de su ingenio
productivo, para darle vida, de manera asombrosa, a esta interesante narración.
Publicada por la
Editorial Oveja Negra en el 2012, “La maldición del cabaret” es una brevísima
novela que encarna una temática llamativa que se recrea de manera magistral por todos los vicios y conflictos familiares
que, en los últimos tiempos, vienen maltratando y perturbando a la sociedad actual: prostitución,
homosexualismo, narcotráfico, drogadicción, paramilitarismo, guerrilla,
corrupción, politiquería, miseria, etc. Estructurada
en 24 capítulos breves, todos de fácil lectura, que oscilan entre las cinco y seis páginas cada uno, y que se pasean por un
tópico central implícito en todo el discurso narrativo: “la venganza”, defecto
considerado como una de las pasiones que
más desquicia el sosiego y perturba la
serenidad humana. Es esta la insidiosa idea
que ilumina la mente de Alexandra, la protagonista central, cuya
existencia solo tiene un horizonte definido: “vengarse del mafioso canalla que
de forma salvaje le arrebató la virginidad y que la volcó irremediablemente hacia
el vicio de la prostitución”.
Amaury Pérez Banquet,
como todo escritor de talento, nutre su mente, alimenta su creación artística
de lo que ha vivido, y define su tono autobiográfico en la narración novelesca, marcado muchas veces con la primera persona o con algún rasgo de
su caracterización personal. “Nadie escribe de la sola imaginación, sino de
lo que ha vivido” expresó en su época, con absoluta confianza, el famoso escritor norteamericano Ernest Hemingway.
“Todas las novelas que he escrito, todas las historias que he escrito, nacen de
experiencias vividas”, enfatizó Mario Vargas Llosa en una entrevista reciente
para la revista Bocas. Y como ellos, son
muchos los literatos que se inclinan por este principio. Por eso, nos basta con analizar los rasgos
que retratan a Camilo Cadavid, el periodista, otro personaje protagonista de “La maldición
del cabaret”, para definir en ellos a nuestro novelista Amaury Pérez Banquet, cargando su sueño a
cuestas: triunfar como escritor.
Una característica
singular que define la exquisita trama de “La maldición del cabaret” está
patente en el conocimiento preciso que tiene el autor de toda la escenografía
que rodea cada uno de los episodios narrados, porque, con toda seguridad, él
los ha vivido. El espacio, el tiempo, los personajes, los temas y subtemas, los
conflictos, los vicios, las virtudes y hasta los pormenores más
insignificantes, están cabalmente descritos y graficados por la pluma
“perezbanquista”. Es por esto que, muchos
estudiosos de la narratología, entre ellos mi persona, consideramos que Amaury
Pérez Banquet es “un ajedrecista de la narración, que juega hábilmente con el tiempo y con las
acciones que viven los personajes”. Y es tanto el poder descriptivo de sus cuentos
y novelas, que todos presentan unos
ribetes cinematográficos que facilitan su lectura y mantienen expectante la
atención del lector.
Asimismo, otra nota
llamativa, que se percibe en el desarrollo del hilo narrativo, es la aguda
sensibilidad que refleja el autor para captar y describir con una
precisión asombrosa y delicada, algunos detalles, casi invisibles, inmersos en el ambiente, y
que penetran en el lector de manera fotográfica, dando la impresión de que estamos
contemplando el momento descrito. Un
ejemplo lo vivimos cuando leemos: “El cielo se oscureció un poco más, los
nubarrones que estaban centrados se desplazaron al horizonte y taparon por
completo los últimos destellos del sol. La temperatura se hizo fresca y cada
vez que la brisa atacaba, parecía venirse sobre la ciudad una avalancha de
nieve”. De la misma manera, esta fortaleza expresiva se capta cuando el autor
se refiere a sentimientos tan sublimes y
penetrantes, experimentados por los personajes. Un ejemplo perfecto se percibe en estas líneas,
cuando se refiere al amor: “prefirió conservarla como un elemento útil de su
experimento y entendió una vez más que las cosas del corazón son iguales de
impredecibles, tanto para el amor como para el odio”.
Sin embargo, para
muchas personas, que han gozado la oportunidad de leer “La maldición del
cabaret”, y con quienes he tenido
comentarios al respecto, me han
expresado, con toda su franqueza,
que lo que más les ha llamado la atención es la forma abierta y escueta como el
autor trata los aspectos referentes al sexo. Y no he dudado en compartir con
ellos ese criterio. En este sentido, me es grato afirmar que Amaury Pérez Banquet es un escritor desprejuiciado, que, cuando se refiere al tema
sexológico, trata el lenguaje sin remilgos, de manera franca, utilizando
para ello los diferentes registros idiomáticos que nacen y perduran en la boca del pueblo. Aquí los personajes se
expresan de manera espontánea, y de acuerdo con la formación cultural que ellos
presentan. Y el autor, en su propio discurso narrativo, ajeno a la intervención
de los protagonistas, es un verdadero maestro de la excelencia lingüística, que
cautiva a los lectores, de manera constante,
con su facundia expresiva.
Finalmente, como un detalle curioso y efectivo de “La maldición
del cabaret”, ajeno al contenido temático, por supuesto, deseo referirme a la perfección de la portada
escogida por el autor para ilustrar su novela. El color, casi indefinido, que suaviza el ambiente y el cuerpo venustino
de la mujer semi desnuda que se entroniza en posición erótica y provocadora,
son efectos positivos para penetrar en los sentidos y cautivar ipso facto la
atención del lector. Un detalle que
despierta la curiosidad desde el primer párrafo de la exposición
temática, la recrea a lo largo del nudo argumental
y la satisface de manera expectante en el
desenlace narrativo. Todo esto, y más detalles que se aprecian en esta
magistral obra, me impulsan a pensar que “La maldición del cabaret”, al igual
que “María” en el siglo XIX y “La Vorágine” y “Cien años de soledad” en el XX,
será, con toda certeza, la novela que
marcará los linderos narrativos y generacionales en la literatura colombiana
del siglo XXI.
Sincelejo, 1 de
octubre de 2013