Ensayista, narrador, cronista, poeta, purista
del lenguaje, gramatologo y critico literario ..

lunes, 10 de agosto de 2009

Una feria burocrática

El club de los viceministros
Tanto que vociferaba el presidente Uribe, en el desarrollo de su primera campaña proselitista, que si llegaba a la jefatura del Estado, su bandera estelar sería combatir el clientelismo, la corrupción administrativa y la burocracia estatal, lamentablemente hoy, tras haber vivido un septenio de su gobierno, los colombianos podemos afirmar que las estrategias empleadas por el primer mandatario no han satisfecho sus propósitos iniciales y, por el contrario, los enemigos de su lucha se han fortalecido más, hasta el punto de que muestran incomparable este gobierno, y es poco lo que falta para que sea catalogado como uno de los más clientelistas, más burocráticos y más corruptos de los últimos tiempos.
Asimismo, a las ofertas anteriores se suman las promesas del entonces candidato de combatir y acabar con la delincuencia organizada y con los guerrilleros de las Farc. Afirmaciones un tanto ligeras, y que, a la postre, fueron decisivas para que el sentimiento colombiano se volcara masivamente a los puestos de votación –aquel 26 de mayo de 2002– y éste resultara vencedor ante los ojos de los otros aspirantes, que sorprendidos veían como “el seminarista” antioqueño se encaramaba sin mayores inconvenientes en el sillón presidencial. “Pastrana me derrotó con el discurso de la paz y ahora Uribe me derrota con el discurso de la guerra”, fue lo único que atinó a expresar Horacio Serpa en su segunda derrota por la presidencia.
Soy consciente de que hablar en estos momentos de la corrupción y la politiquería no tiene sentido. Estos flagelos son un cáncer incurable que ha hecho metástasis en todo el país, y el pueblo indefenso y tolerante se ha resignado a convivir con él. Actualmente, las páginas enteras de cualquier medio informativo resultarían insuficientes para comentar los permanentes escándalos de corrupción que campean por casi todos los recintos de la administración pública. Y frente a este cínico espectáculo, el Presidente se muestra impotente para castigar con “mano firme” a los protagonistas del desorden. Muchas veces, porque éstos suelen ser sus amigotes y otras, porque median intereses personales o favores políticos. Prevalece aquí el “corazón grande”, que fue el complemento de su consigna programática desde que inició su conquista por la jefatura del Estado.

Y en relación con la frondosa burocracia que desangra al país, también fue mucho lo que prometió en su momento el candidato Uribe Vélez. Hablaba de acabar con varios consulados y embajadas, de clausurar algunos ministerios y de reducir el número de senadores y representantes. Empero, todo se quedó en promesas o aún permanece en el tintero, porque hoy, cuando faltan escasos catorce meses para culminar su mandato de ocho años, la burocracia sigue igual o más bien, se ha incrementado. Un caso concreto lo encontramos en los veinticuatro viceministerios existentes. Es decir, cerró tres carteras, pero duplicó el número de cargos, porque, a la larga, al no existir los principales, los “vice” tienen la misma categoría de un ministro titular.
También quiero comentar el altísimo despilfarro que generan las asesorías, y me refiero concretamente a las que tienen posesión en la Casa de Nariño. Sobre el particular, supongo que son pocos los colombianos que tienen idea del profuso equipo de oligarcas que asesoran al presidente de la república y reciben por ello jugosos salarios. Como es de suponerse, estos burócratas también son incontables en todos los altos cargos del país. Todo, porque “los mediocres administradores son incapaces de tomar decisiones si no consultan con los asesores”. La gran mayoría son clásicos estafadores y las asesorías que brindan sólo tienen transparencia en materia de corrupción. Sin embargo, como en Colombia todo es posible, mientras el pueblo raso sufre los acosos de los aberrantes impuestos estatales y los cleptócratas inflan sus arcas merced al despilfarro, el presidente Uribe disfruta, por un lado, impartiendo órdenes al “club de los viceministros” en las reuniones palaciegas, y por otro, repartiendo “platica” en sus trillados consejos comunales.

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