Ensayista, narrador, cronista, poeta, purista
del lenguaje, gramatologo y critico literario ..

lunes, 8 de octubre de 2012

Rafael Orozco Maestre


El inmortal cantante becerrilero

Una tremenda sorpresa se llevaron los colombianos a finales del año pasado cuando vieron cantar nuevamente por las pantallas televisivas al recordado artista  becerrilero Rafael Orozco Maestre, quien se hizo célebre como vocalista estelar del  renombrado conjunto “El Binomio de Oro”. No había dudas en reconocer que la voz, el tono, los énfasis, los gestos y otras características personales eran los mismos que identificaron al “Niño mimado de Becerril”, durante los diecisiete años que estuvo al frente de esta fabulosa agrupación. Pero, ahora, se trataba del cantante Jorge Martínez Fonseca, un genial imitador, natural de San Roque, Cesar, que participó en el programa “Yo me llamo” organizado por el canal Caracol, uno de los más prestigiosos de la televisión colombiana. Y al final, como era de esperarse, el nuevo Rafael Orozco resultó ganador  del concurso, gracias al favoritismo popular que le dio un altísimo puntaje vencedor por sobre los demás aspirantes, quienes imitaron a otros cantantes famosos.

Este  programa fue, en toda su plenitud, un espacio espectacular que durante tres meses les brindó a los colombianos la oportunidad de revivir las bellísimas  canciones que entre 1976 y 1992 fueron interpretadas por Rafael Orozco Maestre,  y quedaron repartidas en veinte álbumes musicales que se entronizaron eternamente en el vastísimo repertorio del folclor vallenato. El año pasado, desde que se inició el concurso en el mes de septiembre hasta su culminación en los albores de diciembre, los televidentes siguieron paso a paso el desarrollo de la programación, y cada vez resultaba  más seguro que el triunfador sería Jorge Martínez Fonseca, considerado desde su  primera participación  como  el auténtico imitador del “El Binomio de Oro”. Y fue tan idéntica la actuación del aspirante,  que hasta la esposa del malogrado artista no vaciló en expresar su aprobación y certificar que la similitud con la voz y los gestos de su esposo eran ampliamente asombrosos.  

En realidad, la aparición de este genial imitador del cantante vallenato fue un hecho sumamente placentero para la inmensa fanaticada binomista que, después de veinte años, aún no ha logrado reponerse del dolor que le causó la trágica e inesperada muerte del insuperable vocalista becerrilero, ocurrida aquel funesto jueves 11 de junio de 1992 en la ciudad de Barranquilla. Ya  en ese momento Rafael Orozco Maestre se encontraba saboreando las mieles de la fama y compartía un puesto de honor en el estrado musical, junto con Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Diomedes Díaz y Beto Zabaleta,  considerados desde siempre como los más grandes interpretes de la música vallenata. Además, la famosa agrupación era reconocida internacionalmente y se había hecho merecedora de los mejores elogios populares gracias a su marcada disciplina, la excelente organización y el estilo depurado con que solían hacer sus presentaciones.

El primer impacto que me causó la voz de Rafael Orozco Maestre lo experimenté en la Villa de Santiago de Tunja, cuando aún cursaba mis estudios superiores en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de esa salubérrima  población. Corría el año 1976, y mientras  la fanaticada costeña residente en esa ciudad gozaba jubilosamente con las canciones incluidas en los elepés “Campesino parrandero” de Jorge Oñate y Colacho Mendoza y “Los maestros” de los hermanos Zuleta, lanzados  casi simultáneamente a mediados de ese año,  vieron aparecer el primer álbum de “El Binomio de Oro”, excelente agrupación formada por el acordeonista Israel Romero Ospino y el vocalista Rafael Orozco Maestre.  Y aunque en ese momento ya el destacado cantante había hecho algunas grabaciones menores con el acordeón de Emilio Oviedo Corrales, no había logrado acicalar su estilo ni cautivar el sentimiento popular que comenzó a tallar con esta insuperable agrupación.

Y me abruma la nostalgia al recordar que fue la canción “Momentos de amor” la que más logró impactarme y causarme el deleite emocional que suele provocar la música cuando penetra de lleno en el espíritu de los seres humanos. Y recuerdo que en aquella ciudad andina, vencida por el frío y las tradiciones seculares,  donde en ese momento  apenas lograban colarse algunas canciones vallenatas, la voz de Rafael Orozco Maestre consiguió calar profundamente en el  arraigado sentimiento del pueblo boyacense. También recuerdo que junto con mis grandes amigos Jairo Tapia Tietjen, hoy mi compadre, Freddy Zuleta Reales y Alberto Hugo Araújo, todos del Cesar, solíamos armar parrandas ligeras para celebrar el nacimiento del celebérrimo conjunto, y en el reciente compendio antológico era “Momentos de amor” el más apetecido por todos.  Este bellísimo paseo, compuesto por el médico Fernando Meneses Romero, oriundo de La Gloria, un municipio del Cesar,  fue, con toda seguridad, la composición más emotiva y atrayente del álbum inaugural.

A partir de la aparición de este long play, que mucha gente denominaba “La creciente”, por ser la primera canción de la cara A del disco, se inicia la magistral carrera artística del recordado vocalista cesarense, que se truncó años más tarde cuando atravesaba los momentos  más gloriosos de su fértil recorrido musical.  Asimismo, al lado de “Momentos de amor” y de la letra que sirvió de título al elepé, autoría del recordado compositor Hernando Marín Lacouture, figuraron otros temas fabulosos como “El Rey” de Rafael Gutiérrez Céspedes, “Seguiré penando” de Leandro Díaz Duarte, “Eterno enamorado” de Edilberto Daza Gutiérrez, “Cosas bonitas” de Sergio Moya Molina, “El pataleo” de Alfonso Cotes Jr. y “La gustadera” de Beto Murgas Peñaloza. En todas las canciones, la maestría y versatilidad del acordeonista Israel Romero Ospino se mezclaban prodigiosamente con los acordes sonoros, salidos de la hermosa tesitura del consagrado vocalista.

La originalidad musical  y la singularidad artística,  en efecto, fueron las cualidades primordiales  que marcaron la nota distintiva del “Binomio de Oro” desde su nacimiento en 1976.  A partir de ese momento, cada año, el inmenso caudal de seguidores solía vivir a la expectativa esperando la aparición del nuevo álbum  que se promocionaba con varias semanas de anticipación y era recibido y proclamado con un elocuente alborozo. Pero la gente no se satisfacía con los discos, sino que para el pueblo lo esencial era “bailar con el Binomio de Oro” y tener la oportunidad de apreciar la interpretación de las canciones. Por eso, estoy seguro, que no quedó en la Costa un solo municipio que no hubiera disfrutado con la presentación de este conjunto. Lo mismo ocurrió con todas las capitales y muchas ciudades grandes del interior del país. Y, más aún, la fama traspasó las fronteras patrias y se extendió por Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil, Argentina, Panamá, algunas naciones centroamericanas y Estados Unidos, países donde realizaron varias presentaciones.

Después de su primer lanzamiento, el cual los ubicó en las puertas de la fama y de la distinción,  siguieron diecinueve álbumes, incluyendo el número veinte que fue publicado después de la muerte del cantante, y, apenas salían al mercado,  bastaba con ver las caratulas de los discos para asegurar la calidad de los temas que éstos presentaban. Sobre todo, por la elegancia y pulcritud en los vestidos que lucían  y  porque siempre fueron selectivos y  se nutrieron de los más excelentes compositores de la música vallenata: Roberto Calderón Cujia, Rosendo Romero Ospino, Beto Murgas Peñaloza, Fernando Meneses Romero, Tomás Darío Gutiérrez, Julio Cesar Oñate, Fernando Dangond Castro, Hernando Marín Lacouture, Gustavo Gutiérrez Cabello, Sergio Moya Molina, Máximo Móvil Mendoza, Leandro Díaz Duarte, Edilberto Daza Gutiérrez, Camilo Namén Rapalino  y muchos más, ampliamente reconocidos dentro del folclor vallenato.

En 1981, cuando la agrupación cumplió cinco años de existencia y ya habían lanzado siete discos,  proclamaron el álbum “5 años de Oro”, el cual necesitó una segunda edición inmediata, porque las casas disqueras no dieron abasto en las ventas y la primera publicación se agotó en un tiempo récord. Las emisoras y cadenas radiales promocionaron las canciones durante varios meses y la agrupación realizó diversas presentaciones por los canales televisivos. “El show de las estrellas” de Jorge Barón fue uno de los espacios preferidos.   Las letras que incluyó esta selección se apoderaron del sentimiento vallenato y quedaron grabadas eternamente en la memoria de toda la fanaticada: “Te quiero” de Fernando Dangond Castro, “Viejos anhelos” de Gustavo Gutiérrez Cabello, “Luna de junio” de Rosendo Romero Ospino, “Te seguiré queriendo” de José Vásquez, “Cariño” y “Carmencita” de Máximo Movil Mendoza, “Felicidad y penas” de Fernando Meneses Romero”, “Mi cartagenera” de Beto Murgas Peñaloza y “Trigueñita” de Roberto Calderón Cujia.

Muchas composiciones del “Binomio de Oro”, en particular aquellas de fondo eminentemente romántico, armaron  el escenario ideal para propiciar infinitas conquistas amorosas y lograr ardientes enlaces matrimoniales. Porque sus letras  encerraban los argumentos necesarios para alimentar los romances y guiar los sentimientos de los enamorados.  Temas como “Mundo de ilusiones” y “Mi pedazo de cielo”  de Fernando Meneses Romero, “Dejame quererte” y “Corazón indolente” de Hernando Marín Lacouture, “Tu dueño” y “Villanuevera” de Rosendo Romero Ospino, “De rodillas” y “Dime pajarito”  de Octavio Daza Daza”, “Sabes que te quiero mucho” y “Con las frases mías” de Roberto Calderón Cujia, “Esa” de José Vásquez, “Mi vieja ilusión” de Santander Durán Escalona, “Enamorado de ti” y “Tuya es mi vida” de Marcos Díaz, “Por eso estoy aquí” de Esteban “Chiche” Ovalle y  “No sé pedir perdón” de Gustavo Gutiérrez Cabello, fueron alicientes que  incentivaron y culminaron, con toda plenitud y armonía,  los idilios amorosos.       

Tuve la oportunidad de conocer y hablar personalmente con Rafael Orozco Maestre a finales de 1978 y a mediados de 1983 en sendas presentaciones que realizó “El Binomio de Oro” en el “Club La Selva” de Sincelejo. En la primera ocasión, tras el descanso de una tanda, alcanzó a sentarse en mi mesa y departir unos brindis conmigo. Al trasluz de nuestra conversación admiré la sencillez, el carisma y la inmensa simpatía que irradiaba su personalidad. Me autografió una tarjeta personal que conservé durante mucho tiempo y terminó confundiéndose en los muchísimos vericuetos de mi biblioteca. Esa noche la fanaticada binomista se embriagó hasta el cansancio bailando los temas de su primer elepé y otros más recientes, como “Necesito de ti” y “Campana” de Tomás Darío Gutiérrez,  ”Reconozco que te amo” y “Relicario de besos” de Fernando Meneses Romero, “Sueños de conquista” y “Despedida de verano”  de Rosendo Romero Ospino, “Mujeres como tú” de Beto Murgas Peñaloza, “Lágrimas de sangre” de Hernando Marín Lacouture y “Desdichas de un hombre” de Sergio Moya Molina, que figuraban en los álbumes que había  lanzado dicha agrupación en los dos años anteriores.

En la segunda presentación que realizó el Binomio de Oro en Sincelejo, a mediados de 1983, el destacado vocalista realizó una actuación  impecable que satisfizo a todos los asistentes y reafirmó la responsabilidad que caracterizaban al reputado conjunto.  Esa noche siguió dando muestras de la seriedad, la sencillez y la simpatía que lo identificaban. No tenía espacios para interpretar la cantidad de canciones que le solicitaban y la gente lo aclamaba fervorosamente al tiempo que coreaban sus canciones. Dueño de un carisma inalterable, al final de las tandas, se confundía con la fanaticada y saludaba de manera indistinta a todas las personas. Lo importante para los asistentes era saludarlo, tocarlo, compartir unos instantes con él,  porque se trataba nada más y nada menos que de Rafael Orozco Maestre el famoso y reputado cantante del “Binomio de Oro”. Como era su costumbre, complació a sus admiradores e  hizo acopio de todas las  canciones antológicas que en ese momento ilustraban  las publicaciones musicales de la prestigiosa agrupación.

Hace algunos años, cuando se cumplió la primera década de la muerte del artista, los colombianos y, concretamente, los seguidores de esta agrupación, tuvieron la oportunidad de ver cantar en vivo y directo al “Binomio de Oro”, con la vocalización de Rafael Orozco Maestre. Esto se  logró gracias a los adelantos tecnológicos  y a los efectos visuales que se consiguen con la televisión, que tomó muestras antiguas de las actuaciones del artista y las presentó  con todos los  demás miembros del conjunto, dando la impresión de que el vocalista estaba realmente participando. Esa noche, como en otros tiempos, los televidentes se emocionaron oyendo algunas composiciones, como “La candelosa” de Israel Romero Ospino, el “pollo” Isra, como le decía el cantante, “El higuerón” de Abel Antonio Villa, “Lindo copete” de Rafael Escalona Martínez, “Solo para ti” del mismo vocalista, “El llanto de un Rey” de José Alfonso “Chiche” Maestre y muchas más de grata recordación para la fanaticada. La programación superó las dos horas y todo el mundo se llevó la satisfacción de ver cantar nuevamente a Rafael Orozco Maestre.

Una portada que llamó ampliamente la atención fue la del álbum número 15 titulado  “En concierto”, lanzado en el segundo semestre 1987. La fotografía del frontispicio fue tomada  durante una presentación  que hizo la agrupación en el Madison Square Garden de New York a mediados de ese año. En ella, los dos artistas aparecen impecablemente vestidos con trajes, corbata y zapatos blancos, color que hace un juego llamativo en el claroscuro del ambiente. La presentación, que contó con más de quince mil personas, fue  un verdadero acontecimiento musical, solo comparable a los que en ese mismo escenario habían realizado cantantes de la talla de Camilo Sesto, Julio Iglesias y  Nicola di Bari. Los asistentes se deleitaron con el fabuloso temario antológico y con otras letras recientes,  como “Estar enamorado” y “Para adorarte más” de Roberto Calderón Cujia, “Se está muriendo un amor” de Fernando Meneses, “No pasará lo mismo”  y “Decidí cambiar” de Deimer Marín Calderón, “Olvido y amor” de Poncho Cotes Jr. y “Mañana sale el sol” de Gustavo Gutiérrez Cabello.

La fama, la elegancia, la pulcritud y la responsabilidad del “Binomio de Oro” se mantuvieron inalterables durante el comienzo, el desarrollo y el trágico suceso que marcó el final de esta prestigiosa agrupación. Ambos artistas se respetaban mutuamente y me atrevo a asegurar que jamás existió una nota discordante que los enemistara. Y creo que este detalle se debió al compadrazgo que se selló entre ellos, pues, según entiendo,  Israel Romero era padrino de una de las hijas del cantante, quien no vaciló en popularizar los nombres de las mismas en varias  canciones: Kelly Johana, Wendy  y Loraine. Inclusive, en la composición “Navidad” de Rosendo Romero Ospino, grabada en 1982, la introducción  “Papi, papi, yo quiero que el niño Dios me regale una muñeca y otra para Wendy” la hizo Kelly Johana, quien entonces tenía 4 años. Asimismo, el nombre de su esposa quedó sellado en el vocativo ¡Clara!, que  uno de los integrantes del conjunto exclama después de los versos “Ya llega la mujer que yo más quiero/ por la que me desespero/ y hasta pierdo la cabeza”, pertenecientes al tema “La creciente” de Hernando Marín Lacouture.

No tengo dudas al afirmar que Rafael Orozco Maestre fue un artista distinguido dentro del folclor vallenato. En él los términos cantante, vocalista e intérprete encajan perfectamente, si analizamos la connotación que encierran estos vocablos. Su sello personal, sombreado con una profunda originalidad, quedó impreso en cada una de las canciones que vocalizó y que penetraron sensiblemente en el corazón de todos sus seguidores. Hoy, al cumplirse 20 años de su infausta desaparición, que lo segó cuando apenas frisaba 38 años de edad, pues había nacido en Becerril, Cesar, el 14 de marzo de 1954, siento un inmenso dolor al recordar aquel jueves 11 de junio de 1992, cuando, a través de los noticieros televisivos, me enteré de su brutal asesinato. Recuerdo que enmudecí repentinamente, lloré algunos minutos  y no daba crédito a la terrible noticia. Me era imposible creer que el cantante de mis preferencias hubiera partido súbitamente para la eternidad. Por eso, el año pasado, cuando escuché al cantante Jorge Martínez Fonseca, en el programa “Yo me llamo”, por unos instantes, sentí la ilusión fugaz de que en realidad quien vocalizaba era el muy querido y recordado Rafael Orozco Maestre.

Sincelejo, 23 de mayo de 2012

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