Ensayista, narrador, cronista, poeta, purista
del lenguaje, gramatologo y critico literario ..

viernes, 27 de noviembre de 2009

Las veleidades de la educación colombiana





Nunca, a través de los largos años que llevo ejerciendo la cátedra de Literatura y Lengua Castellana en el Instituto Simón Araújo, he gastado mi tiempo leyendo política educativa o más concretamente la graforragia folletinesca que con mucha frecuencia produce el Ministerio de Educación Nacional. Jamás he asistido, ni por simple curiosidad, a ninguno de los foros, seminarios o talleres, que con mucha regularidad se realizan en Sincelejo u otras ciudades y que solamente sirven para desperdiciar el tiempo y hacer divagaciones y planteamientos simploides que no reportan ningún beneficio, y, la mayoría de las veces, enfrascarse en especulaciones estériles que fastidian hasta la saciedad y que concluyen desbaratando los mencionados encuentros. No conservo en mi biblioteca un solo libro, un solo documento que se refiera a estos temas cansones y vacuos en donde los ministros de turno consignan la vaguedad de sus experimentos con la intención de pasar a la historia y donde son notorias la incapacidad, la ignorancia y las veleidades de los mismos.

Hace algunos años, cuando se promulgó la renombrada Ley General de Educación, ésta se convirtió en el plato del día y era común encontrar a los docentes desesperados por conocer su contenido. Vinieron las infinitas interpretaciones de la misma y soportamos largas jornadas en donde no se hablaba de otra cosa. Algunos educadores solían cargarla a todas partes y llegaron hasta el ridículo de recitar de memoria sus parrafadas insípidas para con ello demostrar dominio sobre su articulado incoherente e incomprensible. Posteriormente, ocurrió lo mismo con los llamados decretos reglamentarios, y fueron muchos los ilusos que pretendieron descrestar y convertirse en exégetas para hacer disertaciones interminables y tediosas sobre los mismos. A todo esto se desbandó el cataclismo de los "Proyectos Educativos Institucionales" que se convirtieron en las tres comidas diarias, nos fastidiaron hasta el exceso y desbordaron los límites de la mediocridad y las frivolidades en algunas instituciones. Hoy, parece que ha pasado el ventarrón de los "PEÍ" y la política educativa gira en torno de otros aspectos experimentales y sigue dando tumbos alrededor de las chambonerías de los burócratas que transitoriamente ocupan la Cartera de Educación.

Infinitas, son las reformas que ha sufrido la educación desde los gobiernos del Frente Nacional, los posteriores y los actuales, y puede afirmarse con certeza que todas ellas han quedado derrotadas en mitad de la vía. Algunas por su transitoriedad, otras por su inconsistencia y la mayoría por la incompetencia de los ministros, que no han tenido los suficientes fundamentos intelectuales para llevar a cabo sus propósitos. Los sistemas de evaluación vienen variando en forma permanente sin arrojar ningún resultado positivo y cada día la educación se ve afectada por la negligencia, la apatía y la vulnerabilidad de sus formulismos. Ningún ministro —del medio ciento que ha ocupado este cargo desde los albores del Frente Nacional— puede abanderarse de una verdadera reforma educativa que haya dado frutos y pueda catalogarse fértil en la enseñanza colombiana. No ha habido un solo ministro que por equivocación haya sido maestro de escuela o licenciado en Ciencias de la Educación. Por el contrario, por ese puesto han desfilado ganaderos, comerciantes, industriales, banqueros, abogados, médicos, administradores de empresas, economistas, sociólogos y muchos profesionales más ajenos a la docencia.

La llamada calidad de la educación —de la que tanto hace énfasis el alto gobierno— hoy no es más que una frase de cajón que retumba constantemente en las instituciones y en todos los eventos que se realizan para cuestionar los intrincados vericuetos del sistema educativo. Considero que todas estas seudo reformas, todos estos embelecos que frecuentemente sorprenden a la educación y que no son más que simples copias o imitaciones de los modelos extranjeros, no benefician, en lo más mínimo, la calidad del conocimiento. Todo lo contrario, contribuyen a empeorar el sistema y desgastan en forma continua a todos los estamentos del panorama educativo. Frente a esta andanada de cambios inútiles, la gente se encuentra estupefacta y no sabe qué hacer. Algunos pierden su tiempo haciendo eco en estas reformas, sienten satisfacción y se sacian especulando sobre la pajoterapia educativa. Yo, en lugar de malgastar mi tiempo leyendo estas trivialidades, lo disfruto en lecturas más productivas, más universales, más trascendentales, es decir, en verdaderas lecturas que sí van a contribuir en el enriquecimiento de mi formación intelectual y me van a ubicar como un verdadero maestro dentro del salón de clases. Esta apreciación, con todo el respeto que me merecen, se lo recomiendo a todos los profesores del magisterio colombiano.

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