Ensayista, narrador, cronista, poeta, purista
del lenguaje, gramatologo y critico literario ..

viernes, 27 de noviembre de 2009

En los grados escolares



Profanados la toga y el birrete


En estos días, nuevamente hemos tenido la oportunidad de presenciar los espectácu­los más ridículos que suceden todos los años y que sólo sir­ven para provocar la risa y el desconcierto del público: la gran cantidad de estudiantes mediocres disfrazados folclóricamente con la ceremoniosa toga y el fastuoso birrete, pres­tos para recibir en sus colegios el devaluado diploma de bachiller. Esta insólita costumbre que está muy de moda en los últimos años y se ha extendido por gran parte del territorio nacional no deja de ser un negocio bastan­te rentable para los visionarios que tuvieron la fabulosa idea de fabricar estas prendas para con ellas cautivar a los despistados estudian­tes, aprovecharse de su versatilidad y conse­guir su aceptación para el suministro de las mismas. Por eso, apenas despuntan los me­ses de septiembre y octubre comienzan los ávidos proveedores a visitar los colegios para ofrecer el alquiler, y entonces se suscita la dis­cusión de los alumnos de último año sobre el vestido de grado, quienes finalmente quedan maravillados por la imponencia de esta vesti­menta y terminan aprobando la utilización de la inusitada prenda en el acto de graduación.


En efecto, es lamentable la depreciación que última­mente vienen sufriendo la toga y el birrete, las cuales desde épocas remotas son prendas que han sido reservadas para lucir en las grandes y solemnes ceremonias. En la anti­güedad la toga constituyó el traje nacional de Roma y como tal fue utilizado por los más pres­tigiosos historiadores, políticos y oradores de ese colosal imperio, entre quienes se desta­caron Julio César, Tiberio, Pompeyo y Cicerón. Posteriormente, y junto con el birrete, pasó a convertirse en el atuendo de ceremonia que utilizan los altos magistrados de las cortes, los jueces de los imponentes tribunales de la justicia, los miembros de las celebérrimas academias del mundo y los catedráticos des­tacados de las más famosas universidades. En países como Estados Unidos, España, Fran­cia, Inglaterra, México, Venezuela y Argentina, estas prendas son el símbolo del respeto, la academia, la justicia y la idoneidad. Recono­cidas universidades del mundo, como la de Har­vard, la Complutense, la Autónoma de Méxi­co, la de Salamanca y La Sorbona, utilizan este traje con mucha veneración. En Colombia, la hacen lo mismo la Pontificia Uni­versidad Javeriana, la histórica Universidad del Rosario y nuestra insuperable Universi­dad de Cartagena.


En la actualidad, abusar de la toga y el birrete para graduar bachilleres —inclusive alumnos del Kinder y la primaria— es una tí­pica deshonra y una verdadera profanación para esta tradicional prenda. Utilizar un traje sencillo y sobrio, sería lo más procedente para concurrir a un acto de esta mediana catego­ría. Además, si en cada colegio analizamos detenidamente el perfil de los graduandos, apenas un bajo porcentaje estaría apto para lucir esta augusta vestimenta, y sólo aquellos alumnos —infortunadamente la minoría—que durante sus estudios se distinguieron por el respeto, la consagración, el don de gente y la solidez en sus conocimientos, serían los únicos escogidos para utilizarla en una ceremonia de graduación. Los otros —que son la mayoría— y que en el transcurso del bachillerato se carac­terizaron por la irresponsabilidad, la apatía, ganaron los años a empujones, pasaron inad­vertidos y prácticamente culminaron los estu­dios casi sin saber leer ni escribir, estarían veta­dos moralmente para disfrazarse con esta sa­grada indumentaria al recibir el inmerecido y desprestigiado cartón de bachiller.


Por otra parte, en medio de todo este ambiente grotesco, es sorprendente el áni­mo de los veleidosos estudiantes para uni­formarse con la toga y el birrete en los fule­ros actos de graduación. Para ellos la utiliza­ción de estas prendas es como una especie de revanchismo contra el pésimo comporta­miento y el bajo nivel académico que han observado durante los años del bachillerato. Y obedeciendo a estas razones, muchas ve­ces los alegres graduandos cometen actos bochornosos en las sesiones de grado. Los hemos visto gritar, rechiflar, hacer relajo, qui­tarse las togas y lanzar los birretes al aire como muestra del júbilo que los acompaña en el momento de recibir un devaluado car­tón que no están en condiciones de susten­tar ni representar cuando se enfrentan a la sociedad. Y como cada año es mayor el nú­mero de bachilleres en Colombia, el disfraz de las togas seguirá siendo un negocio re­dondo para los empresarios y el público con­tinuará presenciando estos ridículos espec­táculos en las sesiones de promoción.

























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